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"¿Cómo aprendemos?" leído por un profe de música

 Siempre me llamó la atención esta “garantía” que aparecía en los libros de flauta de Trevor Wye.



De los tres ingredientes de su receta, el tiempo y la paciencia se definen con facilidad pero ¿cómo saber si estamos haciendo un trabajo inteligente? Si entendemos por trabajo inteligente aquel cuya eficacia está demostrada será interesante conocer qué nos dice la ciencia sobre nuestra manera de aprender. Esto es precisamente lo que nos ofrece ¿Cómo aprendemos? Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza de Héctor Ruíz Martín.




A pesar de no estar enfocado en la música, la lectura de me ha resultado muy interesante. A medida que lo iba leyendo se me iban ocurriendo asociaciones con aspectos específicos del ámbito musical que iban explicando por qué (o por qué no) funcionan algunas cosas que hacemos al aprender y enseñar música.  Comentaré solo algunas que me han llamado la atención. 

En el capítulo 2.2, dedicado a la organización de la memoria, Ruíz menciona al psicólogo británico Frederic Bartlett

…Bartlett desarrolló su teoría sobre los llamados esquemas: las estructuras mentales que organizan nuestros conocimientos conectándolos mediante relaciones de significado y que determinan el encaje de nuevos conocimientos. En resumen, Bartlett hipotetizó que nuestros esquemas constituyen el sustrato sobre el que incorporamos nuevos conocimientos, deformándolos para acomodarlos a dichas estructuras.

Esto me llevó directamente a pensar en Gjerdingen y sus schemata (esquemas) de los que ya hablamos aquí.  Gjerdingen — que cita específicamente a Bartlett en su primer libro, A classic turn of phrase (p. 4) —, ha demostrado como los esquemas han formado parte de la formación de los músicos en dos de las tradiciones de formación musical más prolíficas de Europa: los conservatorios italianos (especialmente entorno al siglo XVIII en centros particularmente activos como Nápoles y Bolonia) y el conservatorio de París. Parece por tanto que no es casual que estos sistemas de enseñanza estuvieran basados en esquemas.

Más adelante, en el punto 2.3 Los procesos de la memoria, Ruiz habla del papel de la evocación como herramienta de aprendizaje.

… cuando hablamos de aprendizaje, es muy importante apreciar que aprender implica tres procesos necesariamente: debemos obtener la información (codificación), debemos conservarla (consolidación y almacenamiento) y debemos ser capaces de recuperarla (evocación).

[…]

A todos nos resulta obvio que para aprender a ir en bicicleta hay que practicar yendo en bicicleta. Lo mismo sucede con la mayoría de los conocimientos procedimentales. Para aprender es necesario practicar. Sin embargo, con los conocimientos semánticos nos parece que es suficiente con «absorberlos», que prestando atención los asimilaremos y eso garantizará que los podamos evocar posteriormente. Craso error. Lo que pedimos a los alumnos en el examen no es que nos demuestren que los pueden absorber, sino que los pueden recuperar de su memoria a largo plazo. Pero esa parte no se acostumbra a practicar. Lo más interesante de todo es que la investigación cognitiva y educativa ha aportado una cantidad ingente de evidencias que muestran cómo el hecho de practicar la evocación de lo aprendido nos hace aprenderlo mejor (Karpicke y Roediger, 2008), o, por lo menos, mejora nuestra capacidad de recuperarlo y, por lo tanto, de demostrar que lo sabemos.

 

Partiendo de que cuando enseñamos música la mayoría queremos ir más allá de los conocimientos procedimentales (aprender a tocar un instrumento) y realmente conocer el lenguaje musical, tanto para entender e interpretar mejor lo que tocamos como para hacer nuestra propia música, esta idea de la evocación es muy importante, y los maestri napolitanos (luego emulados en París) lo tenían muy claro.

Si revisamos el proceso de formación musical de los conservatorios napolitanos a finales del XVIII, trazado por Van Tour (2015), vemos que el currículo recogía una clase elemental centrada en solfeggi (aproximadamente entre los 10 y los 14 años), para proceder después a las clases instrumentales/canto y la clase de partimento, y ya en el último nivel, la clase de contrapunto y composición, a la que solo accedían los alumnos más aventajados y trabajadores.[1]

Esos primeros cuatro años de solfeggio eran decisivos ya que los solfeggi eran el primer contacto con los esquemas musicales que a fuerza repetición familiarizaban a los estudiantes con los giros típicos. El solfeggio en este contexto representaba una práctica muy distinta a lo que hoy conocemos por solfeo, tal y como describe Nicholas Baragwanath en su reciente monografía The solfeggio tradition (2020).

En esta entrevista el autor explica en qué consisten esas diferencias.


Volviendo a los esquemas, tomemos como ejemplo el esquema denominado por Gjerdingen (2007) Monte Romanesca (del que ya hablamos aquí) asociado generalmente a un bajo que sube una 5ª y desciende una 4ª, con una sucesión de retardos 4-3 muy característicos.

 

El Monte Romanesca tal y como aparece en las regole de Fenaroli y Furno


En este esquema podemos apreciar como las voces superiores realizan un canon a la 4ª inferior (o a la 5ª superior) consistente en una melodía sincopada que desciende por grado conjunto y luego salta una 4ª ascendentemente. El canon puede comenzar en la síncopa (dos primeros ejemplos) o en el salto ascendente (tercer ejemplo). Sin el bajo los retardos alternan 7-3 y 2-6.



Pues bien, si examinamos colecciones de ejercicios encontraremos ese giro (en ocasiones con leves variaciones) con frecuencia. Tomemos por ejemplo esta colección (bastante tardía, de 1847), Perfectionnement des études du solfège 60 fugues vocales à 2, 3 et 4 parties, op. 39 de Pierre Vaillant, donde se reitera una y otra vez este patrón con leves variaciones.

Las notas estructurales aparecen coloreadas. Puedes encontrar 

la transcripción completa de estos y algunos otros solfeggi de esta colección aquí.

La increíble cantidad de solfeggi conservados en las numerosas fuentes nos dan una idea de la importancia de este repertorio. Puedes consultar un catálogo muy completo en esta base de datos

Por ejemplo, de Pergolesi (1710-1736), que recordemos que apenas vivió 26 años, se conservan 106 solfeggi. De Leonardo Leo (1694-1744) ¡más de 2000


Recopilación manuscrita de solfeggi de Leonardo Leo
con cerca de 350 páginas de ejercicios


Además, en su detallado estudio sobre el solfeggio, Baragwanath (2020) explica cómo el complejo sistema de solmización del siglo XVIII en Italia ayudaba a delimitar y codificar los esquemas.

Baragwanath, The solfeggio tradition, p. 163
La melodía del solfeggio (pentagrama superior) presenta una variación del esquema Prinner.
Debajo de este pentagrama aparece la solmisación más probable. Se trata de una solmisación basada en hexacordos. Lo más sorprendente es que una sola sílaba
podía ser empleada para más de una nota, de manera que la solmisación denotaba las notas estructurales
del esquema sobre las que se efectuaban disminuciones a las que no se asignaban sílabas.
En la entrevista a Baragwanath enlazada más arriba se explica el sistema en más detalle.


Así, el estudio de solfeggi proporcionaba un conocimiento implícito de los esquemas musicales. Con el partimento, que se trabajaba en la siguiente etapa, entraba en juego la práctica de la evocación. Como indica Ruíz Martín la evocación puede tomar diferentes formas.

Cuanto mayor es la dificultad cognitiva que conlleva evocar lo aprendido, mayor es su efecto sobre la memoria, en el sentido de que mejor será nuestra capacidad de evocarlo la próxima vez. Este grado de dificultad con que se practica la evocación puede modularse según si se basa en el recuerdo libre, el recuerdo con pistas o el reconocimiento.

 

De este modo el partimento no deja de ser otra cosa que la evocación de una sucesión de esquemas, pero no como recuerdo libre, sino como recuerdo con pistas en el que una línea de bajo implicaba una determinada realización.

Además se trata de un recuerdo con pistas graduado, ya que los partimenti podían incluir, además del bajo un cifrado, que orientase la realización, dando así más pistas al estudiante.

Monte Romanesca en un partimento de Nicola Sala (1710-1801)
Racolda di lezzioni numeriche
Al reconocer el perfil melódico de síncopa, bajada por grado conjunto y cuarta ascendente
el intérprete inmediatamente se da cuenta de que puede hacer un canon a la quinta en la mano derecha.
Por si hubiera alguna duda las cifras ( 2 7 6 3 2..., comparar con los ejemplos anteriores)
 indican de manera explícita la realización esperada.

Quizá esto te recuerde a los bajos cifrados que habitualmente se trabajan en las clases de armonía, pero hay varias diferencias con implicaciones muy importantes: En primer lugar los partimenti no estaban pensados para ser escritos sino para ser tocados (más adelante matizaremos esta afirmación). Segundo, aunque al realizar el partimento se seguía también una serie de reglas sucintas (de las que hablamos aquí) estas no eran constructos teóricos sino que eran de carácter eminentemente práctico (p. ej. “Cuando el partimento desciende por grados conjuntos, requiere la 7ª y luego la 6ª) y estaban encaminadas a dirigir la atención para evocar los giros y esquemas que se cantaron una y otra vez en los solfeggi. Y por último, no se trabajaba acorde por acorde sino en módulos que suelen consistir de varios acordes.

De nuevo es revelador conocer la inmensa cantidad de partimenti que se conservan. Encontramos colecciones con más de 200 partimentos como esta de Alessandro Scarlatti. En esta base de datos se recogen más de 15000 piezas.

Los patrones se afianzaban en la memoria una vez más a través de las propias piezas instrumentales. Lo comprobamos claramente en un pequeño fragmento de este Trattenimento per organo de Leonardo Leo.

Y por supuesto luego aparecían en todo tipo de repertorio, a veces con ciertas asociaciones poéticas. Según John Rice por ejemplo “especialmente común en la música sacra, el Monte Romanesca tenía un aura sagrada cuando se utilizaba en la música profana. (…) …los compositores de música tanto sacra como profana, tanto instrumental como vocal, utilizaron el Monte Romanesca como significante de lo sublime.”[2]

Una anécdota de la autobiografía del compositor Adalbert Gyrowetz, antiguo estudiante de Nicola Sala (1713-1801) en Nápoles, también es reveladora de la práctica de la evocación:

El maestro Sala era en esta materia [contrapunto] el profesor más famoso y de igual modo él era maestro de contrapunto en La Pietà, el más distinguido de los conservatorios de música, de los tres que había en Nápoles. El maestro Sala ya tenía una avanzada edad y estaba feliz de acoger a un joven estudiante alemán que ya tenía una buena reputación en el campo de la música instrumental. El estudio del contrapunto empezaba con ejercicios sobre la escala y puesto que Gyrowetz ya tenía considerable experiencia combinando armonías, prosiguió con ejercicios escritos para dos, tres y cuatro partes, luego pasando a los cánones y fugas, etc., en cuyo arte el maestro Sala era un profesor excelente. Tenía el hábito de dar un paseo por el Molo o cerca del monte Vesubio junto Gyrowetz después de terminar las clases de contrapunto y durante el paseo Gyrowetz era obligado a repetir oralmente lo que había aprendido; puesto que habían llegado a las fugas Gyrowetz tenía que memorizar todos los diferentes componentes de una fuga como el tema, su inversión, modulación, imitación, aumentación, stretti, etc. hasta la coda y recitarlos en voz alta; este era un método muy bueno que particularmente puede ser recomendado a cualquier estudiante de composición.[3]

 

Por otro lado me di cuenta de que la práctica de la evocación estaba también presente en otro contexto bien diferente.

Hace unos años di con este libro.



Music in your head. Mental practice, how to memorize piano music. Escrito por un instructor de pilotaje aéreo. Es un manual sucinto (apenas 35 páginas) sobre cómo memorizar música, algo que siempre me ha costado bastante. En él encontramos los consejos típicos de practicar manos separadas, analizar, etc. pero aparte de eso incluía una parte sobre “mental practice”. 


Siempre me había resultado un poco esotérico eso de práctica mental que se lee en algunas biografías de músicos. Una de las más célebres la cuenta Artur Rubinstein en My Many years

Recuerdo en esta ocasión una pequeña hazaña musical propia. Al llegar a Coruña, recibí una partitura y una carta de Enrique Arbós. "Por favor, toque conmigo las Variaciones sinfónicas de Cesar Franck, que están muy solicitadas. Si no las ha tocado nunca, no me importaría que la tocara con partitura. Me hará un gran favor aceptando mi petición". El concierto en Madrid era en dos días y el único ensayo era una hora después de mi llegada el día del concierto. Lo único que podía hacer era aprenderla durante el largo viaje, ya que no había tiempo para probarla en un piano. Subí al tren con la partitura en la mano y la estudié leyéndola detenidamente muchas veces, poniendo en práctica las digitaciones y probando los pasajes difíciles en mi regazo. Al llegar sólo tuve tiempo de asearme y correr al ensayo, preparado para tocarla con la partitura y estudiarla meticulosamente con la orquesta. Al ver a dos críticos y a media docena de estudiantes de música sentados en la sala del ensayo, decidí de repente tocar la pieza de memoria, pensando: Si mi memoria me traiciona, seguiré tocando, seguro que vuelvo a encontrar el camino. Pues bien, toqué la pieza hasta el final sin parar pero con muchos detalles inacabados. Sin embargo, tuve el resto del día para trabajar en ella. Y por una vez no dejé el piano durante unas seis horas, interrumpiendo mi trabajo sólo para un bocadillo o dos. En el concierto, hicimos una muy buena interpretación de esta hermosa pieza.[4]

Además de esa historia hay varias que relatan la práctica en teclados mudos, que requiere igualmente de la evocación del sonido, como esta sobre Brahms de la que hablamos en otra entrada, o como la que cuenta que Rachmaninov practicó así su tercer concierto para piano.

Pues bien, en el libro de Richard una de las indicaciones dice

Cerramos los ojos y tocamos [el fragmento] muy despacio en la rodilla. Vemos los dedos en cada tecla y oímos cada nota.

Sorprendentemente para mí en su momento, los resultados de trabajar así fueron increíblemente buenos, pero no hay nada de esotérico en ello. Ahora me doy cuenta de esta práctica mental, que complementa a la memoria procedimental (lo que comúnmente llamamos memoria muscular) no es otra cosa que practicar la evocación.

El mecanismo es simple: imaginar en tu mente la melodía o melodías que suenan en cada momento mientras realizas las digitaciones fuera del teclado (o en un teclado mudo) o incluso visualizando los movimientos. Sin embargo no es una tarea sencilla y requiere cierto esfuerzo. Parece que eso es en realidad un punto a su favor. Según cuenta Ruiz Martín

cuanto más costoso es el esfuerzo que realizamos para tratar de recordar lo aprendido, más fuerte es el impacto de esta práctica sobre nuestra memoria a largo plazo. […] La evocación es una práctica de aprendizaje costosa, pero conduce a un aprendizaje de larga duración.

Richard hace referencia al método Leimer/Gieseking, que propone ideas similares.

Una necesidad indispensable, cuando se entrena el oído, es un conocimiento exacto de la pieza musical que se va a que se va a estudiar. Es esencial, por lo tanto, antes de comenzar con la práctica de la pieza, visualizar la misma, con lo cual, si se ha hecho a conciencia, podremos tocarla correctamente de memoria. Para poder hacer esto en poco tiempo, la memoria debe estar especialmente entrenada mediante la reflexión (pensamiento lógico) […]

…Prestemos atención a Gieseking, quien, entre todos los pianistas, tiene probablemente el mayor repertorio y en éste muchas de las composiciones modernas más complicadas. Sin embargo, él no las graba en su memoria (que todos los músicos consideran fenomenal) tocándolas en el piano, sino visualizándolas a través de una lectura silenciosa. Mediante el desarrollo de esta idea, uno adquiere la capacidad incluso de preparar la ejecución técnica a través de la visualización, de modo que, sin estudiar en el propio instrumento, la pieza puede ser perfectamente interpretada y esto en un tiempo asombrosamente corto. Muchos creen que esto es imposible, pero de hecho ha sido realizado no sólo por Gieseking, sino también por otros alumnos de este método. Un alumno fue capaz de memorizar en diez o quince minutos y tocar perfectamente y con plena expresión una pieza de Children’s corner de Debussy, que nunca había visto antes.[5]

Como dicen Leimer y Gieseking esto no es solo aplicable a la memorización de piezas sino también al adiestramiento del oído interno. Por ejemplo para asimilar un determinado patrón armónico o los patrones y esquemas de los que hablamos antes, además de tocarlos y cantarlos una y mil veces también deberíamos evocarlos mentalmente sin tocarlos.[6] Ruiz Martín añade que en contraste con la evocación, las estrategias más cómodas, como releer la lección (en nuestro caso sería volver a tocar o escuchar lo que queremos memorizar) solo conducen a aprendizajes de corto plazo.

 

La evocación también era la clave del aprendizaje de la composición en los conservatorios napolitanos. Y es que en la práctica del contrapunto (recordemos que entonces contrapunto era equivalente a composición) lo que se hacía era evocar los esquemas repetidos una y otra vez en los solfeggi, los partimenti y las piezas instrumentales.

Van Tour (2015) ha descubierto como algunos de los mismos bajos que se empleaban como partimenti eran usados en los ejercicios posteriores de contrapunto escrito.

Un partimento de Nicola Sala y su realización como 
contrapunto a 5 en su Regole del contrappunto pratico, vol. 2 p. 113



De este modo el estudio del contrapunto no trataba principalmente de aplicar una serie de reglas (de hecho el tratado de Sala, Regole del contrappunto pratico no ofrece reglas, sino solamente dos volúmenes llenos de ejemplos musicales) sino de identificar los patrones y evocar, de entre el archivo mental adquirido a través de los solfeggi, partimenti y piezas, las melodías que casaban con esos patrones. Así al realizar un contrapunto, el alumno al reconocer un patrón oía en su cabeza la melodía que casaba con ese patrón y se limitaba a “transcribirla” en forma más o menos ornamentada.

Parece que el sistema de los conservatorios Napolitanos estaba muy bien orientado al aprendizaje de música como un lenguaje cuyo punto de partida era la imagen sonora.

Todo esto tiene para mí unas implicaciones importantes por ejemplo a la hora de enseñar armonía, ya que en cierto modo, tal y como está el sistema nos saltamos los pasos de asimilación de patrones (o no le damos el tiempo suficiente) y nos centramos en una serie de reglas, de modo prescriptivo. Sin embargo ¿cuántos alumnos oyen en su cabeza lo que escriben? Me atrevería a decir muy pocos, lo que convierte los ejercicios de armonía en meros puzles que no conducen a un aprendizaje significativo para los alumnos.


Otro importante aspecto del que nos habla Ruiz Martín en Cómo aprendemos es la transferencia.

…la transferencia del aprendizaje ocurre cuando el estudiante puede apoyarse en los conocimientos o habilidades que adquirió en un contexto concreto o mediante unas actividades específicas, para alcanzar nuevos propósitos, ya sea resolver nuevos problemas, responder a nuevas preguntas o aprender nuevos conceptos o habilidades (Perkins y Salomon, 1992). Por consiguiente, la educación formal opera bajo la asunción de la transferencia. Desafortunadamente, el problema es que, a la luz de más de un siglo de investigación, hemos evidenciado que la transferencia del aprendizaje no ocurre de manera tan espontánea como podríamos creer. Todo lo contrario: transferir el aprendizaje de un contexto a otro es realmente complicado y, por tanto, infrecuente.

 

Justo hace unos días leía en Journal of Music Theory Pedagogy[7] esto que conectaba claramente con esta idea:

Poco después de recibir mi doctorado, me contrataron para un puesto de un año. En este puesto, se me encomendó la tarea de enseñar dentro de un plan de estudios de teoría musical preexistente en una escuela estatal con un gran programa de interpretación. Como es habitual y lo promueven todos los libros de texto más populares del mercado (incluido el que nosotros utilizábamos), este curso de "Teoría I" se centraba en la armonía y la conducción de las voces a través del marco de la escritura SATB de estilo coral a cuatro partes. A mitad del semestre, una de mis estudiantes, una vocalista, vino a la horas de tutoría para pedir ayuda con un musical que estaba escribiendo. Me dijo que no conseguía que sonara bien... Cuando me enseñó su trabajo, vi por qué: había armonizado minuciosamente cada nota de la línea vocal con un acorde diferente, a cuatro voces, en rango SATB, y había intentado evitar los paralelismos y adherirse a todas las demás buenas prácticas de dirección vocal que habíamos aprendido en clase. Cuando le expliqué que los musicales implicaban un conjunto diferente de consideraciones texturales, armónicas y de conducción de voces, se mostró decepcionada, incluso un poco traicionada. Le mostré algunos ejemplos y la guie por el camino, y al final fue capaz de hacer algo mucho más apropiado desde el punto de vista estilístico. Pero no puedo evitar pensar que este momento de desilusión podría haberse evitado.

De nuevo creo que apunta a un problema importante en la enseñanza de la armonía, y es que hacer ejercicios tipo coral, ya sea un bajo o una melodía, te enseña a hacer eso, pero tiene muy poca transferencia.

Esto lo he observado dando clase de análisis. Tras dos años de armonía, por lo general a los alumnos les cuesta muchísimo reconocer algo de lo que han estudiando (y escribiendo) los dos años anteriores. Y reconozco que esto me ha sorprendido bastante, porque yo daba por sentada la transferencia entre esas dos asignaturas. Y leyendo a Ruiz Martín veo que esto que me pasaba también tiene una explicación, y se llama punto ciego del experto.

Cualquier concepto, modelo, procedimiento o habilidad que deseemos enseñar o aprender puede descomponerse en múltiples partes o componentes. Con frecuencia los expertos no son conscientes de todos estos componentes que les permiten comprender o ser competentes en algo, porque los han integrado tan íntimamente en su memoria a largo plazo que los aplican de manera automática (sin pasar por la memoria de trabajo).[…] Esta «competencia inconsciente» es lo que denominamos el punto ciego del experto, y resulta muy importante para un docente concienciarse de su existencia para mejorar su efectividad como enseñante.

También es interesante lo que cuenta Ruiz Martín sobre la memoria de trabajo, que define como


la capacidad que tenemos para mantener y manipular mentalmente y de forma consciente una cantidad limitada de información durante cortos periodos de tiempo.

Añade también que

 

Tener en cuenta las limitaciones de la memoria de trabajo es fundamental cuando se trata de promover el aprendizaje. Así es, la memoria de trabajo representa un cuello de botella que determina nuestra capacidad de aprender; todo lo que aprendemos (conscientemente) debe pasar por ella. De hecho, es el «lugar» donde podemos conectar nuestros conocimientos previos con las nuevas experiencias e información para construir nuevos conocimientos. Se podría decir, por tanto, que es el proceso que permite que ocurran los tipos de aprendizajes que son relevantes para la escuela. En este sentido, una de las teorías sobre cómo aprendemos con mayor evidencia empírica y aplicación práctica en el aula es la teoría de la carga cognitiva (Sweller, 1988; 1994). Esta teoría se basa en reconocer el papel crucial de la memoria de trabajo en el aprendizaje y asumir sus limitaciones. En resumidas cuentas, afirma que para aprender es importante no saturar la memoria de trabajo.

 

Un ejemplo clarísimo de esto lo vemos con los principiantes. La lectura musical tiene una carga cognitiva muy importante para el novato ya que este necesita prestar atención a numerosos parámetros: el pulso, el ritmo de cada nota, su nombre y, si está entonando su altura. Y esto es problemático porque

 

si la carga cognitiva que producen conjuntamente supera la capacidad de la memoria de trabajo, el aprendizaje se verá comprometido. De hecho, cuando la memoria de trabajo se desborda, produce una desagradable sensación de frustración y la reacción inmediata de abandonar lo que se trataba de hacer con ella.

 

Ahora, sumémosle a la carga cognitiva de la lectura lo relacionado con la práctica instrumental: digitaciones, respiraciones, articulaciones…Por eso, lógicamente Ruiz Martín nos indica que debemos


secuenciar los aprendizajes progresivamente, de manera que reduzcamos la cantidad de componentes nuevos que el alumno debe tener en cuenta simultáneamente para alcanzar el objetivo de aprendizaje.


Por esto creo que en el aprendizaje de un instrumento es buena idea no comenzar con música escrita sino tocar de oído y eliminar inmensa carga cognitiva que supone la lectura, como hacen por ejemplo en el método Suzuki.

De este modo se podrá proceder a la lectura más adelante, cuando las tareas puramente instrumentales ya empiecen a estar asimiladas y automatizadas. Ya que como explica Ruiz Martín

 

 la información que tenemos bien consolidada en nuestra memoria a largo plazo también aligera la carga de la memoria de trabajo […]

… la práctica busca mejorar la fluidez con la que usamos nuestros conocimientos, ya sean estos conceptuales o procedimentales. Y su mayor logro consiste en llevarnos a alcanzar un dominio tal que nos permita usar estos conocimientos sin esfuerzo consciente. A esta tan deseable situación la denominamos automaticidad. La automaticidad o fluidez es otra cualidad del conocimiento profundo, especialmente en el desarrollo de habilidades, tanto cognitivas como motoras. Como hemos indicado, consiste en la capacidad de evocar conocimientos o realizar procedimientos sin necesidad de hacer un esfuerzo consciente, cuando los estímulos del entorno son los adecuados. Esto significa que las tareas automatizadas no ocupan espacio en la memoria de trabajo, o dicho de otra forma, no es necesario pensar en ellas continuamente para poder realizarlas. Dado que la cantidad de información que una persona puede atender en un momento dado es limitada, la automatización de algunos aspectos de una tarea le da a la persona más capacidad para atender a otros aspectos de dicha tarea o de otras tareas.

[…]

…alcanzar la automaticidad no es sencillo y requiere de mucha práctica. Práctica que puede resultar desmotivadora según cómo se gestione. Por ello resulta muy importante decidir qué tareas deben ser realmente automatizadas y cuáles pueden quedarse en el ámbito de la memoria explícita, de modo que el alumno tiene conocimientos para llevarlas a cabo pero debe pensar conscientemente en lo que hace.

 

En este último párrafo Ruiz Martín alude tangencialmente a los otros dos aspectos que mencionaba Wye en su “garantía” al principio de esta entrada: el tiempo y la paciencia. Y es que el libro trata muchos otros temas de interés como la motivación, la instrucción directa, la evaluación y los mitos pseudocientíficos sobre el aprendizaje educativos. Una lectura muy interesante que nos hace reflexionar sobre nuestra manera de enseñar, teniendo en cuenta que en el campo específico de la música todavía hay muy poca investigación específica de calidad.

 
Para saber más:

- Sobre esquemas

La musica nello stile galante  - Seminario del Prof. Robert O. Gjerdingen

- Sobre Partimento

Partimento - Training the Maestri, de Early Music Sources

 The Art of Partimento - Seminario del Prof Giorgio Sanguinetti [en italiano]

- Sobre la relación solfeggi, partimento y esquemas en la formación musical

Building Musical Minds in 18th-Century Naples - Robert Gjerdingen 


Bibliografía:

 

Barawagnath, N. The solfeggio tradition: a forgotten art of melody in the long eighteenth century. Oxford University Press, 2021

Burns, O’hara et al., “Corralling the chorale” en Journal of Music Theory Pedagogy, vol. 35

Gjerdingen, R.  A classic turn of phrase. University of Pennsylvania Press, 1988

Gjerdingen, R.   Music in the Galant Style. Oxford University Press, 2007.

Wye, T. Teoría y práctica de la flauta. Mundimúsica, 1987

Leimer & Gieseking Piano technique. Dover, 1972

Richard, F. L. Music in your head. Mental practice, how to memorize piano music. FLR Music Resources, 2009

Rubinstein, A. My many years. Knopf, 1980

Ruiz Martín, H. ¿Cómo aprendemos? Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza. Editorial Graó, 2020

Van Tour, P. Counterpoint and Partimento. Methods of Teaching Composition in Late Eighteenth-Century Napels. Acta Universitatis Upsaliensis, 2015

 



[1] “Cada año se realiza un examen en presencia de todos los profesores externos. Eran los alumnos inferiores los que se sometían a las pruebas más rigurosas para ver qué progresos habían hecho bajo la dirección de los alumnos superiores. Los que eran negligentes eran castigados; los que no tenían aptitudes para la música o no les gustaba el trabajo eran expulsados de la escuela”. Imbimbo, Observations sur l'enseignement mutuel appliqué à la musique, et sur quelques abus introduits dans cet art, précédées d'une notice sur les conservatoires de Naples, citado en Van Tour (2015) p. 80.

[3] Citado en Van Tour (2015), p. 211-212.

[4] Rubinstein, My Many years, p. 197. Lo que cuenta justo antes me dejó aun más estupefacto, y no para bien.

[6] La memorización de patrones es fundamental para el desarrollo oído interno ya que estos proporcionan una referencia sobre la que construir la imagen sonora mental de piezas específicas elaboradas a partir de dichos esquemas.

[7] Burns, O’hara & al., “Corralling the chorale” en Journal of Music Theory Pedagogy, vol. 35, p. 3.  Se trata de la introducción a una serie de artículos que cuestionan la idoneidad de los ejercicios tipo coral en la enseñanza. Resulta interesante y aborda algunas cuestiones relevantes pero echo en falta en estas discusiones que se tenga en cuenta precisamente lo que nos orece Ruiz Martín en Cómo aprendemos, es decir qué nos dice la evidencia científica a la hora de hacer propuestas de cambio. Las propuestas iniciales, presentadas en un congreso provocaron cierta controversia, y abrieron un debate al que se sumó David Huron con esta respuesta.

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