El otro día escuché a una presentadora matutina
de Radio Clásica hacerse un pequeño lío al presentar una obra de Perotin
afirmando (erróneamente) que este autor era conocido también como Anonymous IV
y me hizo recordar la fascinante historia de estos dos personajes que relata Richard Taruskin en The Oxford History of Western Music:
Como la mayoría de manuscritos que contienen música para uso eclesiástico, las fuentes [del repertorio] de Notre Dame no portaban atribuciones [de autoría]. (Solo obras “seculares” como las canciones cortesanas podrían indicar el nombre su autor sin mácula de orgullo, un pecado capital). Sin embargo, creemos que conocemos las identidades de los autores y creemos conocer algo acerca de la historia del repertorio y su desarrollo. Y sabemos lo que sabemos (o lo que creemos que sabemos) precisamente gracias a la alianza de la catedral de Notre Dame con la Universidad de París.
Desde sus orígenes, el alumnado de la universidad ha comprendido un amplio contingente inglés. […]
…tenemos un testimonio de un inglés en torno a los años 1270 o 1280 sobre la música en París. Este hombre inglés fue el autor de un tratado llamado De mensuris et discantu (De la notación rítmica y el discanto) que fue publicado como el cuarto elemento en un grupo de manuscritos medievales sobre música publicado por el gran bibliógrafo musical Charles-Edmond-Henri de Coussemaker en 1864, cuando la musicología se encontraba en su infancia. El tratado fue membretado Anonymus IV en esta famosa publicación, y el nombre, anglicanizado con la inserción de una “o”, ha pasado desafortunadamente desde entonces a ser asociado, gracias a escritores populares y autores de libros de texto, con el autor en vez de con el texto. El pobre hombre, cualquiera que haya sido su nombre, es irrevocablemente conocido por los estudiantes de historia de la música como “Anonymous Cuatro”. Podemos conjeturar que era inglés puesto que el tratado sobrevive en copias manuscritas inglesas y hace referencias a santos locales (e incluso a “Westcuntrie”, el barrio del autor). Asumimos que aprendió los contenidos de este tratado estudiando en París, puesto que la mayoría del texto está basado servilmente (a veces de manera literal) en escritos conocidos de magistri (profesores) de la Universidad de París, con los que debió toparse en las aulas de dicha institución.
Si, como parece evidente, el tratado es algo así como un grupo de apuntes de conferencias de la universidad, nos podemos imaginar al profesor deteniéndose en el medio de las complejidades técnicas que impartía laboriosamente, para rememorar brevemente las tradiciones de la polifonía parisina y los hombres que la habían realizado. Esa breve reseña —es sin duda el pasaje más famoso de cualquier tratado medieval sobre música— comienza con un homenaje a “Leoninus magister” (Maestro Leonin, hipocorístico de Leo), de quien “se dice” que era el mejor organista (compositor de organum). Hizo un magnus liber, “gran libro” de organa de graduali et de antiphonario, “del Gradual y el Antifonario”; es decir, hizo organa sobre cantos de los libros de la Misa y el Oficio. Esto es todo lo que se nos cuenta sobre el Maestro Leonin.
A continuación, Anonymous IV informa acerca de lo que el profesor dijo sobre Perotinus magnus (el Gran Perotin o Pierrot, hipocorístico de Pierre), quien era el mejor discantor (compositor de discanto) y “mejor que Leoninus”. Perotin es identificado primeramente como revisor de las obras de Leonin […]A continuación, aparece una lista de las obras originales de Perotin, comenzando por las verdaderas primicias, los cuadrupla, organa en cuatro partes (esto es, tres partes añadidas al tenor gregoriano).
Así pues, Anonymous IV, o mejor dicho su
autor, no solo no era Perotin, a quien ni siquiera llegó a conocer, sino que
fue una fuente de segunda mano a través de la cual nos llegó la poquísima
información que tenemos sobre los autores de este repertorio de Notre Dame.
Los datos proporcionados por el
manuscrito Anonymous IV, así como otros documentos (como unas cartas de Odo de
Sully, Obispo de París) sirvieron para situar la música del repertorio de Notre
Dame, pero paradójicamente arrojan poca luz acerca de la identidad de los
músicos que las escribieron.
La única información sin corroborar, y no deja de ser frustrante, es la identidad (o de hecho, la mera existencia) de los músicos nombrados en Anonymous IV. Se citan tres en total: Además de Leonin y Perotin, aparece un tal Robert de Sabilone, que es fastuosamente alabado, pero no identificado de ninguna manera y cuyo nombre no se encuentra en ningún otro lugar. ¡Pero el nombre Perotin tampoco! Uno de los más grandes músicos de su tiempo, como el autor de Anonymous IV enfáticamente insiste que fue, de quien no tenemos ninguna evidencia en absoluto excepto por una mención casual en un conjunto de apuntes de clase anotados por un hombre inglés al menos cincuenta y posiblemente hasta setenta años después de la muerte de Perotin.
Fuente:
Taruskin, Richard. The Oxfrod
History of Western Music, vol. 1, p. 172-4
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